El mundo se encuentra inmerso en medio de una nueva pandemia causada por el virus COVID-19, un virus que ya se ha matado a más de 300.000 personas.
Como el SARS, COVID-19 se originó en un mercado de productos frescos de China donde se venden animales vivos y animales salvajes para consumo humano. Es por tanto una enfermedad zoonótica, lo que quiere decir que se transmite de animales no humanos a humanos. De esta forma, mucha gente está echando la culpa de esta nueva pandemia a China, escandalizados de que gente en este país come animales como murciélagos y pangolines. No obstante, numerosos brotes de enfermedades zoonóticas han aparecido en el pasado en diferentes países alrededor del mundo. Puede ser que quizás, ¿exista un problema de fondo más grande?
Es innegable que el comercio de animales salvajes, y las malas regulaciones y los defectuosos estándares para el comercio de animales incrementa el riesgo de la aparición de enfermedades zoonóticas. Pero para entender si un brote similar a COVID-19 puede volver a aparecer en China o en cualquier parte del mundo, tenemos que mirar al pasado y analizar el origen de otras enfermedades zoonóticas. Muchos de los brotes más mortales del mundo, incluidos el COVID-19, el SARS y la gripe aviar, están directamente relacionados con la explotación de animales por parte de los humanos.
«Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) advierten que tres de cada cuatro enfermedades infecciosas nuevas o emergentes en personas provienen de animales, mientras que la OMS, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) han declarado que el aumento de la demanda de proteínas animales es uno de los principales factores de riesgo de una pandemia«.
Según el ‘AIDS Institute’ el virus del sida (VIH) comenzó debido a la caza chimpancés destinados al consumo humano y según la BBC el reciente brote de Ébola comenzó debido a las personas que comían murciélagos. Además, se cree la variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, también conocida como la enfermedad de las vacas locas, comenzó en el Reino Unido porque los granjeros estaban alimentando a las vacas con restos de vacas infectadas muertas, obligándoles a realizar canibalismo (canibalizar).
Por otro lado, una cepa ancestral de gripe porcina se remonta a una granja de cerdos en Carolina del Norte y La pandemia más mortal de los últimos 500 años historia fue la gripe Española de 1918. Lo que todas estas enfermedades tienen en común es que están relacionadas con la explotación de animales no humanos. Puesto que COVID-19 se originó en un mercado de venta de carne fresca, el virus se transmitió a los humanos en un ambiente que sólo existe por nuestro deseo de comer animales.
La enfermedades zoonóticas se pueden originar en cualquier país. Y sin importar el país en el que se originó el brote, la explotación de animales incrementa el riesgo de que surjan estas enfermedades. COVID-19 es sólo el último caso de una larga lista de enfermedades mortales, muchas de estas enfermedades han sido exacerbadas por lo que hacemos con los animales y los más probable es que COVID-19 no sea la última enfermedad zoonótica. Lo que nos espera en el futuro puede ser más mortal y destructivo.
Es fácil echar la culpa a China por lo que ha pasado, porque de esta forma eliminamos cualquier tipo de responsabilidad por nuestra parte. Ha habido casos extremos de xenofobia alrededor del mundo donde gente ha sido agredida sólo por su apariencia asiática. Debemos arrojar luz sobre la procedencia global de los brotes zoonóticos y ayudar a alejar la culpa de ciertos países y culturas asociadas con las enfermedades más recientes, como China, donde se cree que tanto COVID-19 como el SARS se originaron en los llamados mercados húmedos de acuerdo con las teorías más ampliamente aceptadas.
No obstante, como la historia nos demuestra el problema no es con un país específico, o con una cultura específica.
A raíz de los recientes ataques contra personas de origen asiático, es capital comprender e informar a la gente que las enfermedades zoonóticas ocurren en todo el mundo, incluidos los EE. UU. (donde se originó el sida (VIH) y la gripe porcina), el Reino Unido (donde se originó la enfermedad de las vacas locas), y España (donde se originó la pandemia de la gripe Española de 1918). Los lugares de origen de las enfermedades zoonóticas pueden ser diferentes al lugar donde se registraron los brotes principales.
Entonces, si te encuentras comprando papel higiénico en el supermercado, quizás es importante que mires qué más estás añadiendo a tu carrito de la compra. O si no estás de acuerdo con la gente que come murciélagos o pangolines, la pregunta es, ¿cuál es la diferencia entre comer murciélagos o comer cerdos o pollos? Especialmente, si todos estos animales son capaces de contagiar enfermedades zoonóticas. Algunas de las enfermedades zoonóticas son difíciles de parar y hay poco que podamos hacer para prevenir su aparición y contagio. Pero esto solo debería ser un motivo más para cambiar nuestro comportamiento y parar la propagación de enfermedades que podemos evitar. Especialmente cuando estas enfermedades han sido las más duras, mortales y destructivas de todas.
¿Cómo podemos decir que explotar animales es una elección personal, cuando hacer esto no sólo mata a billones de animales no humanos todos los años sino que además incrementa el riesgo de la aparición de nuevas pandemias? ¿Cómo podemos señalar a otros por las acciones y problemas de los que también nosotros somos responsables?
Si COVID-19 nos puede enseñar algo, es que en un abrir y cerrar de ojos todo puede cambiar. Nuestras libertades pueden desaparecer. Y debemos asegurarnos de que cuando este virus pase, no volvamos a cometer los mismos errores. Si seguimos explotando a otros seres vivos estamos incrementando el riesgo de que este tipo de situaciones vuelvan a producirse. ¿Cuántas personas más tienen que morir? ¿Cuantos virus más tienen que aparecer? ¿Cuántos más tienen que sufrir? ¿En qué punto, suficiente será suficiente?
Ahora que todos nos encontramos unidos en esta crisis global, en diferentes partes del mundo luchando contra la misma amenaza. ¿Podemos usar este tiempo para analizar nuestras acciones? Cómo hemos consumido, cómo hemos vivido, como hemos comido.
No todos los brotes zoonóticos del mundo pueden atribuirse a la explotación intencionada de animales no humanos, pero la realidad de la situación que vivimos urge poner sobre la mesa una discusión sobre la forma en que usamos a los demás. La transmisión de enfermedades zoonóticas a los seres humanos no se puede prevenir por completo, ya que siempre existe la posibilidad de que los virus zoonóticos, las bacterias y otros patógenos puedan transmitirse a los humanos en situaciones donde no hay explotación directa de animales.
No obstante, en un mundo donde no existiera la explotación de animales el riesgo de la aparición de enfermedades zoonóticas sería considerablemente más bajo que, tomando como ejemplo el brote de la gripe porcina, en un ambiente de ganadería intensiva donde una gran cantidad de animales están en contacto directo con los humanos de una forma que prácticamente nunca sucedería en ningún otro entorno, o en el caso de la enfermedad de las vacas locas, donde las vacas naturalmente nunca practicarían el canibalismo.
Alejarnos de la explotación de animales no humanos reducirá en gran medida el riesgo de brotes futuros de enfermedades zoonóticas desconocidas y salvará no solo las vidas de billones de animales no humanos, sino también las vidas de miles e incluso millones de seres humanos. Si bien es imposible predecir cuántas vidas podrían salvarse si dejásemos de explotar a los animales, a día de hoy COVID-19 ya ha matado alrededor de 150,000 personas en todo el mundo, mientras que el conjunto de otros brotes recientes como el SARS, la gripe porcina y la gripe aviar han matado a cientos de miles de personas.
El mundo entero se ha unido para luchar contra esta crisis. La gente de todo el mundo está demostrando cuán fuerte podemos ser cuando trabajamos juntos, unidos. Gente cantando desde sus balcones confinados, gente aplaudiendo desde sus balcones el trabajo de los doctores y enfermeros. Es en tiempos como este, cuando podemos ver la belleza de nuestra especie y la interconexión con el resto de especies. Compartimos este planeta, juntos como especie, pero también con el resto de especies (animales). Usemos esta crisis para aprender de nuestros errores. Aprendamos a tratar a todos los que viven en este mundo con respeto y aprendamos a respetar a nuestro propio planeta. Quizás no podamos evitar todo el sufrimiento o todas las pandemias futuras, pero podemos eliminar aquellas que están causadas por la explotación de los demás.